jueves, 30 de abril de 2009

Mon (t) real amour...


Montréal, la ecléctica, como dicen por aquí: el carrefour de las culturas...


De esa mujer de piedra recostada sobre su flanco y un seno enhiesto, llamada Sultana, mujer bautizada por Santiago de León de Caracas, que mira desde una altura que para mí era naturalmente suficiente, y que de repente se transformo en caos y en anarquía, como saben todos los que alguna manera han seguido la historia reciente. Lo he comentado antes, pero mi decisión de venir a Canadá fue bien pensada, investigada y contrastada con otros lugares.


En cuanto supe que iba a vivir al borde del agua... fue el flechazo con el que comenzó este amor. Aun no cumplo ese deseo de tomar una ciclo vía y pasar sobre un puente saliendo de la isla, sin embargo, Montreal, el monte real, me cautivo.

De allí el juego de palabras... mi amor real, con una t que los enlaza, lo convierten en una ciudad muy particular. Nada más en mi trabajo hablamos 6 idiomas y el grupo completo somos 7 personas... y no es que diga que la gente habla "un poquitoU" como dicen aquí. Sino que somos capaces de switchar del francés al ingles puede ser en una sola conversación con un simple compañero de trabajo.

Cuando llegue, decidí establecerme en un sitio apacible y calmo, huyendo del ruido y el desastre en lo que se había convertido los alrededores de la casa de mi mama. Montreal es de un gusto fuerte, contrastado, a veces difícil de tragar, pero sobre todo porque es mucho lo que hay que aprender y eres tu quien debes moldearte al entorno en una forma rápida y al principio el shock es como mirar un objeto demasiado de cerca... te distorsiona la vista, te duelen los ojos, no sientes nada bueno... pero con el tiempo adquieres confianza y comienzas a separar tus ojos que tenían a la ciudad bajo una estricta observación y finalmente aparece la gloria y sus tesoros.


De Montreal, amo:

1. La arquitectura: Montreal posee el encanto de su Viejo Puerto, con adoquines de piedra, la calle St Paul y sus restaurantes, el Marche Bonsecours y las iglesias de Saint Paul y Notre Dame… caminar por sus calles es retroceder en el tiempo… la sensación es indescriptible, yo diría que la rue de la Comune, no deja realmente que repares en el rio… hace que tus ojos se tornen a la arquitectura. Mientras que las casas de Outremont, zona judía por excelencia, muestra unas casas sacadas de los libros, donde he podido ver salas iluminadas nada más retratadas en películas. La pequeña Italia es como que hicieras un paréntesis y te acercaras a Chacao, a Roma… no lo sé… el Este de la isla es tan latino y el oeste tan anglo… en todo, en las casas, en la gente, la apariencia hasta de los letreros…Media Montreal se detiene en ARRET y la otra mitad lo hace en un STOP… menos mal que es una convivencia serena y cómplice de lado y lado…



2. El tren: un detalle quizás muy cotidiano y simple, pero para mí imprescindible… me fascina ver los durmientes del tren, saber que fue tendido por miles de manos venidas de china, que en ese trayecto se fueron y se construyeron millones de historias… una meta de vida, hacer el viaje transcanadien y detenerme a tomar fotos en cada lugar por el que pase.


3. Los cielos tan limpios de la ciudad… Montreal tiene el mejor barómetro anímico del mundo: su cielo… lo más hermoso es que es más lo que el cielo sonríe en su azul unas veces pálido, otras veces profundo, que lo que se oscurece llorando en forma de nieve o de lluvia. Es una bendición poder respirar mirando al infinito azul y sentirlo así inmaculado, puro.



4. Sus puentes: Montreal es una isla que no quiere sentirse despegada del mundo, por eso a ella llegan por todas partes puentes que unos mas majestuosos que otros, comunican el gusto de cada Montreales por un estilo de vida diferente: está el que quiere su casita en los suburbios, el que tiene su calefacción aun en leña, el que vive en comunidad con sus pares venidos hace muchas generaciones atrás, los estudiantes y los que prefieren la vida cosmopolita. Imposible decir que es “agitada”. Montreal no es una metrópolis en el estricto sentido de la palabra… sus habitantes la paladean pero no dejan realmente que su corriente los atrape irremediablemente. Eso hay que dejárselo a Ciudad de México, Sao Paulo o New York… Montreal es una adolescente rebelde que juega a ser grande, pero que guarda en su habitación aun sus muñecas y juega con ellas cuando sus amigas no la ven.


5. Yo decía que desde la orilla del rio San Lorenzo, no se podía realmente apreciar su esplendor. Y es cierto, es necesario irse al frente, al Jean Drapeau, a la Isla de Santa Elena, incluso, verla desde el Pont Champlain, para entender lo magnifico de vivir en el nivel del mar, au bord de l`eau… Ile Bizard, Saint Therese de Blainville, Ile des Soeurs… sus veleros, los yates, la pesca, patinaje en invierno, pesca en el hielo, son tantas cosas… es la corriente como pasa tormentosa frente al Quai de l`horloge… para mí el agua siempre ha sido vida. Pensé que solo el sonido del mar era inigualable… ver como el agua toma otras formas que aun me invitan a descubrir mas, hacen que aun me hagan suspirar enamorada de la ciudad que un día Jacqueline me presento, con quien pasee con Adriana y hoy, completo mi visión, para unirme a esa vuelta al mundo que muestra porque este planeta azul tan convulsionado, sigue siendo el lugar más maravilloso (y único) para vivir…